There are flowers in my room and they don't need a job. They just need time to grow and die.

miércoles, junio 16

Abuso de Fe

Ese día había un matrimonio a las 6 de la tarde. Amargado, se miró al espejo antes de salir de su miserable habitación. Las arrugas atravesaban sin piedad cada gesto de su cara de piel amarillenta y gastada, color a tabaco. Apuró el último sorbo de su copa de vino de mala calidad y ahora si, salió.
Estaba lleno de gente vestida de mil colores, niños aburridos, viejas con olor a perfume añejo, mujeres tapadas en maquillaje, jóvenes con trajes que les quedan grandes, despeinados, con zapatillas, primas putas, tíos gay.
"Bah, malditos mortales".
La misa empezó, todos lloraban, los niños corrían y se arrastraban entre los asientos, se notaba que algunos venían recién levantandose y la caña se hacía sentir. Los novios se veían hermosos.
Si, hermosa ella con su hipócrita vestido blanco y hermoso él con su terno arrendado.
Bla, bla, bla, los votos, los anillos, un beso que deja leer las ganas de que todo desaparezca para llegar luego a la suite matrimonial de algún hotel que habrán arrendado para tirar toda la noche.
El cura se preguntaba, en ese momento de infinita monotonía y repetición, qué se sentirá casarse. Casarse para probablemente separarse a los 2 o 3 años.
Si, se sentía decepcionado de la humanidad, de la iglesia y ya no creía en Dios. Nunca tuvo lo que Él le prometió. Y para ser sinceros, la iglesia es un asco por dentro. Casi ridículo ver como poco a poco el barro va subiendo por las sotanas de aquellos que parecían más puros y cristalinos, aun sin alcanzar a esos que son de verdad. Si, a él le hubiera gustado ser de aquellos que amaron a Dios hasta el último suspiro y que dieron todo por la iglesia.
En volás ya no se acuerda ni por que se metió al seminario. Tampoco se acuerda qué lo cautivó.
Fuera del sopor que inundaba la mente de este pobre hombre, la gente se retiraba bajo la bendición del señor y se dirigían a sus autos para comenzar luego con la suntuosa fiesta en el Hotel Manquehue.
Una vez vacía la iglesia, suspiró. Ordenó, limpió el arroz, se sentó en un escalón a terminar de beber el vino de la copa. Se sacó el exceso de género que tenía sobre el cuerpo. Entró a la misma habitación miserable, se sacó los zapatos, se puso pantuflas.
Del cajón de su velador sacó una cajetilla y un encendedor. Tomó un niño pequeño y se dispuso a fumarlo tranquilamente hasta que las cenizas y el olor en los dedos era lo único que quedaba, sin poder dejar de pensar en cómo hubiera sido de feliz, tal vez, si continuaba con la maravillosa vida de los seres humanos alegres y coloridos que pululan en las calles pecando a cada paso para luego pedir perdón y morir felices.
Pamplinas, pensó.

4 comentarios:

  1. Y la vida continuo, con el tenue color a una vida diferente y el sabor de lo cotidiano.

    Jose que decir, me llenas de orgullo, siempre la misma Jose, espero que no cambies, porque si no robo una maquina del tiempo y llevo a la jose actual para que le pegue a la versión futura.

    ResponderEliminar
  2. muuuuuy bueno.
    me encantas.....

    Ani

    ResponderEliminar