There are flowers in my room and they don't need a job. They just need time to grow and die.

jueves, mayo 5

Algo así como Rumpelstiltskin, pero inventado por mi.

¿Hay acaso en el mundo algo peor que la lana-cables de los audifonos-cordel de la cortina enredados de forma perpetua e irrefutable? Bueno, creo que tal vez el examen de próstata.
Yendo al grano, pasé como 25 minutos recién desenredando un ovillo de lana que más bien se parecía al pelo de tarzán. Es un ovillo viejo, que llevaba muchísimos años tirado en mi caja con materiales que algún día usé para alguna manualidad que ya no hago, por ende, es lógico su nivel de enredamiento. Y mientras lo desenredaba pensé en muchas cosas... "¿Por qué hago esto? ¿Por qué no corto el pedazo de lana que no quiere desenredarse? ¿De qué serán esas misteriosas jaleas de los casinos? ¿Para qué sirve la escobilla negra que está en el borde plateado de las escaleras mecánicas?" y otra serie de barbaridades banales (como por ejemplo, que acabo de hacer una figura literaria con "barbaridades banales"... esa que hace alusión a las palabras que se parecen fonéticamente).
Dentro de todo el enredo mental que había en el momento, me acordé de una cosa loca que escribí en el verano pasado (digamos, en el verano del 2010), un día con nacho sentada en la cocina de su departamento, después de almorzar.

(mierda, no encuentro la libreta donde lo escribí :( )

(ya, dale, estaba debajo de un panfleto con los 10 mandamientos que me dieron el otro día en Rosas con Bandera)

Cuando descubres que el cable de tus audífonos está enredado o los cordones de tus zapatos tienen un nudo perpetuo, who are you gonna blame?
Los duendesillos que habitan en la profundidad de nuestro placard, en los más oscuros rincones de la despensa, debajo de las herramientas; verdes, con ojos azul eléctrico saltones, pelo naranjo y bien crespo, dedos flacuchos y pies con tres dedos.
Pillarlos es casi imposible, porque actúan a una velocidad vertiginosa cuando les das la espalda, o bien, cuando saben que no hay nadie en la casa; la vida les ha enseñado a pasar completamente desapercibidos.
La cosa es que si pillas uno puedes sentirte absolutamente como el hombre, mujer, niño u objeto más afortunado del mundo.
La leyenda dice que si logras atrapar a uno, debes meterlo rápidamente en un frasco de vidrio. Él se enojará y se pondrá colorado para demostrar su ira. En ese momento puedes hacer dos cosas: la primera es dejártelo como mascota y cuidar de él para siempre, o lo otro es agitar el frasco hasta que se atonte y comience a exudar una sustancia mágica compuesta entre otras cosas, de purpurina morada y el jarabe dulcísimo de la mermelada (pero sin las frutas). Entonces, antes de que el sujeto despierte, lo metes en una olla y dejas que el agua hierva al rededor del frasco; el duende no morirá ni sufrirá, y el resultado será un frasco lleno de mermelada morada mágica.
Luego, le ofreces una ducha al duende y lo dejas ir. Échale la magia a tu pan y prepárate para que la glándula de la felicidad que hay entre los hemisferios de tu cerebro se hinche a tal punto que tal vez reviente y lance por todo tu cuerpo un chorro tibio de endorfinas y otras cosas.

En hablar wevás....
A todo esto, me acuerdo que una vez le pedí a cierto amigo del alma que ahora vive en corea que me hiciera un dibujo de un duende para ilustrar este cuento ¬¬

1 comentario:

  1. no tenía idea que se podía hacer mermelada con los duendes.....me encantan tus historias mágicas :)
    y qué pasó con el dibujo????
    Besos

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