There are flowers in my room and they don't need a job. They just need time to grow and die.

jueves, junio 23

Veo que hay 3 personas más que se hicieron fan de mi blog :D ahora son 20.
Estimados 20 seguidores: hacen mi vida más feliz.

Aquí algo especial, que escribí hace un tiempo... en una libreta especial... cuando no me sentía para nada especial (onda señor simons...).

Julio Verne consumía LSD.

Era un día particularmente caluroso. Josefina ya no daba más de aburrimiento en esa clase de biología. En la sala reinaba el silencio; sólo se escuchaba la monótona y poco motivante voz de la profe.

Afuera, al otro lado de la ventana, cantaban felices los pajaritos, una nana paseaba tranquila a una guagua en su coche y probablemente todos en sus casas se preparaban para almorzar. Adentro, los 31 alumnos dormitaban invadidos por un sopor insoportable. Aun les quedaban 45 minutos para la hora de almuerzo y apostaría la vida a que cada uno de ellos sentía un vacío profundo en el estómago. Y Josefina se aburría como nunca. Hacía tanto calor, que al apoyar la espalda en la silla, podía sentir como se le pegaba la polera a la piel. En realidad, no es algo muy femenino ni agradable, pero así era el asunto.

De pronto se dio cuenta que por fin había llegado ese momento que tanto anhelaba: la voz de la profe se volvió inaudible, sólo veía que su boca se abría y cerraba sin cesar. De la garganta comenzó a brotarle un arco iris del cual chorreaban infinitos colores y matices. Oh, si; el momento de la imaginación. It’s show time.

Josefina sacó de su bolsillo unos lentes espaciales y emprendió el turbulento viaje hacia el centro de la tierra.

Utilizó el continuo arco iris que aun salía de la boca de la profe a modo de puente entre la sala de biología y su maravilloso mundo interior.

En cuanto pisó el arco iris, comenzó a girar todo en un torbellino de flores, colores y escarcha. De pronto, todo se quedó quieto y junto a ella estaba Elvis con sus zapatos de gamuza azul cantando el rock de la prisión.

Eso era lo que ella quería; estar lo más lejos posible de las teorías del ADN y los organelos celulares.

Estaba en un mundo en el que las leyes de la física no existen. Ni el mismo Julio Verne hubiera podido imaginar algo tan espectacular.

Allá, a lo lejos, se veía el arco iris.

Se tendió en el pasto y elevó los pies. Y así, con su cabeza en la tierra y los pies en el aire, comenzó a divagar.

Qué sensación más deliciosa. Estar fuera del mundo era lo mejor. El cielo rosado nunca había sido tan hermoso, el pasto verdísimo y las nubes de algodón, y los conejos de gomita que saltaban por ahí. Incluso estaba Newton, sentado bajo un árbol, vestido de Gene Simons, comiéndose una manzana confitada. Y ella ahí, tan feliz, tan en paz con el mundo. De fondo se oía una melodía que transportaba a los años 60. Quizás era The Doors, o Janis Joplin. El punto es que sonaba a LSD. Si, su mundo de LSD.

En sus divagaciones, llegó a la conclusión de que algún día cerraría todos sus sentidos, se doblaría sobre si misma y quedaría inmersa en su mundo de artes visuales, azúcar y filosofía. Sería como Marie Antoinette en su Petit Trianon, jugando con corderos que comen flores, carreteando hasta el amanecer por el mero gusto de ver el alba, escuchando buena música y haciendo sólo lo que ella quisiera.

Por mientras, trataría de entender lo que decía la profe para poder sacar buenas notas, dar una buena prueba de selección universitaria, entrar a una universidad privada, tener mucha plata, un pent house al estilo Sex & The City, un trabajo estable, una familia preciosa y no influir en la vida de nadie, ni viceversa. Y así, en su tiempo libre, escribir novelas como Julio Verne, pero esta vez el viaje sería sólo una metáfora.

Josefina Styles.

Junio 9. 2009.